Tabaco

El sol ya se había puesto cuando salí del enorme complejo industrial un viernes por la noche. “Vaya forma de terminar la semana”, pensé. La tortuosa reunión a la que éramos sometidos cada mes no podía ser evitada siendo director de producción: horas y horas de reportes y planeaciones eran el pan de cada primer viernes de mes. “El secreto de una empresa como la nuestra es una maquinaria bien engrasada”. Esas eran las palabras que Julián Álvarez nos repetía a cada oportunidad, “y cada uno de ustedes es un engrane elemental para su funcionamiento”, completaba antes de dirigirnos una sonrisa condescendiente. Mientras las brillantes letras que leían “Textiles Álvarez” se perdían a mis espaldas apresuré el paso. Una fina llovizna comenzaba a caer y yo aún me encontraba a varias cuadras de mi departamento. Al llegar a la siguiente esquina, como si lo hubiera invocado con el ritmo de mi caminar, la lluvia se transformó en un aguacero. Corrí intentando cubrirme con el portafolio y lanzand...