El Ickabog. Capítulo 9: La Historia del Pastor.
Esta es una traducción de The Ickabog por J.K. Rowling. Puedes leer el original aquí.
Agradecimiento a Edwin Herrera por la traducción de este capítulo.
Este será el último capítulo que se traducirá, pues la traducción oficial ya se encuentra en la página oficial.
“Su Majestad,” dijo Herringbone, apresurándose hacia el rey Fred, quien recién se había levantado del trono. “Hay un pastor que viene de las Marshlands a hacerle una petición, señor. Llega un poco tarde - podría mandarlo de regreso, si su Majestad desea ir a almorzar.”
“¡Un Marshlandez!” dijo Spittleworth, agitando su pañuelo perfumado debajo de su nariz. “¡Imagínese, señor!”
“Qué impertinencia, llegar tarde con el rey,” dijo Flapoon.
“No,” dijo Fred, después de dudar brevemente. “No - si el pobre hombre ha viajado tan lejos, deberíamos verlo. Déjenlo entrar, Herringbone.”
El Asesor en Jefe estaba maravillado ante esa nueva evidencia de un nuevo, amable, y considerado rey, y se apresuró hacia las puertas dobles para decirle a los guardias que dejaran entrar al pastor. El rey se sentó de nuevo sobre su trono y Spittleworth y Flapoon regresaron a sus sillas con expresión amarga.
El anciano que ahora se tambaleaba por la larga alfombra roja hacia el trono lucía desaliñado por la intemperie y bastante sucio, con una barba descuidada, y ropa harapienta y parcheada. Se quitó el sombrero al llegar con el rey, pareciendo completamente asustado, y cuando se colocó en el lugar donde la gente usualmente hacía una reverencial normal o pronunciada, él se arrodilló.
“¡Su Majestad!”, resopló.
“¡Su Maaaaaa-jestaaaad!,” Spittleworth lo imitó en voz baja, imitando al anciano como si fuera una oveja.
Las mejillas de Flapoon temblaron con una risa silenciosa.
“¡Su Majestad!,” continuó el pastor, “he viajado por cinco largos días para verle. Ha sido un viaje difícil. He viajado en carros de carga cuando he podido, y caminado cuando no, mis botas están llenas de agujeros -”
“Oh, terminemos con esto,” murmuró Spittleworth, su larga nariz aún estaba enterrada en su pañuelo.
“- pero todo este tiempo que estaba viajando, pensaba en el viejo Patch, señor, y en como usted podría ayudarme si llegaba al palacio -”
“¿Quién es el ‘viejo Patch’, buen hombre?” preguntó el rey, sus ojos observaban los pantalones gastados del pastor.
“Es mi viejo perro, Señor - o era, quizás debería decir,” respondió el pastor, con los ojos llenándose de lágrimas.
“Ah”, dijo el Rey Fred, hurgando en el monedero en su cinturón. “Entonces, buen pastor, tome estas monedas de oro y compre un nuevo -”
“No, señor, gracias, pero no es una cuestión de oro,” dijo el pastor. “Puedo encontrar por mí mismo un cachorrito, aunque nunca será como el viejo Patch.” El pastor limpió su nariz con la manga. Spittleworth se estremeció.
“Bien, entonces, ¿por qué ha venido?” preguntó el Rey Fred, tan amablemente como sabía.
“Para contarle, Señor, cómo Patch encontró su final.”
“Ah,” dijo el Rey Fred, sus ojos vagaban hacia el reloj dorado sobre la repisa de la chimenea. “Bien, nos encantaría escuchar la historia, pero estamos más bien esperando a ir a almorzar –“
“Fue el Ickabog quien se lo comió, señor,” dijo el pastor.
Hubo un silencio incómodo, y entonces Spittleworth y Flapoon estallaron en carcajadas.
Los ojos del pastor se desbordaron de lágrimas que cayeron sobre la carpeta roja.
“Ar, se han reído de mi desde Jeroboam hasta Chouxville, señor, cuando les he dicho por qué venía a verlo. Rieron tontamente, lo hicieron, y me dijeron que estaba loco. Pero vi al monstruo con mis propios ojos, y también el pobre Patch, antes de que fuera devorado.”
El Rey Fred sintió una fuerte necesidad de reír con los dos lords. Quería ir a comer y deshacerse del viejo pastor, pero al mismo tiempo, esa voz horrible susurraba egoísta, vanidoso y cruel dentro de su cabeza.
“¿Por qué no me cuenta lo que pasó? el rey Fred le dijo al pastor, y Spittleworth y Flapoon pararon de reír.
“Bien señor,” dijo el pastor, limpiando su nariz con su manga de nuevo, “estaba oscureciendo y había niebla, y Patch y yo caminábamos a casa por el borde del pantano. Patch vio un marshteazle -”
“¿Vio un qué?” preguntó el Rey Fred.
“Un marshteazle, Señor. Son unas criaturas como ratas calvas que viven en el pantano. No son malas en una tarta si no le importan las colas.”
Flapoon lo miró asqueado.
“Así que Patch vio al marshteazle,” el pastor continuó, “y lo persiguió. Le grité y grité a Patch, señor, pero él estaba muy ocupado para volver. Y entonces, señor, escuché un aullido de dolor. ‘¡Patch!’ grité. ‘¡Patch! ¿Qué te pasó, amigo?’ Pero Patch no regresó, señor. Y entonces lo vi, a través de la neblina,” dijo el pastor bajando la voz. “Es grande, con ojos como linternas y una boca tan ancha como el trono de ahí, y sus dientes malvados brillando. Y olvidé al viejo Patch, señor, y corrí y corrí todo el camino hasta llegar a casa. Y el siguiente día me puse en marcha, señor, para venir a verle. El Ickabog se comió a mi perro, señor, ¡y quiero que sea castigado!”
El rey miró al pastor por unos segundos. Entonces, muy lentamente, se puso de pie.
“Pastor,” dijo el rey, “debemos viajar hacia el norte hoy mismo para investigar este asunto del Ickabog de una vez por todas. Si encontramos cualquier rastro de la criatura, puede estar seguro de que será rastreado hasta su guarida y será castigado por su descaro al tomar a tu perro ¡Ahora, toma estas monedas de oro y paga para que te regresen a casa en un carro de carga!
“Mis lords,” dijo el rey, volviéndose hacia los aturdidos Spittleworth y Flapoon, “vayan, tomen su equipo para cabalgar y síganme a los establos ¡Nos espera una cacería!”
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